Enrique Solinas
"Corazón Sagrado" de Enrique Solinas: Una aparición Sagrada
Cuando en la actualidad se habla de “poesía
mística” se suele pensar en un juego paradójico con las palabras, se suele
hacer referencia al problema místico del lenguaje, que consiste en lo
siguiente: las palabras no pueden decir las cosas, el ánimo ni la materia del
mundo, son más bien su ausencia. Entonces lo místico sería aludir, por defecto
del lenguaje, al exceso de las palabras, a aquello que las excede, por la doble
vía del silencio y de la metáfora. Sin embargo, en los poemas de Enrique Solinas
los versos son místicos en un sentido más propio. Por supuesto, lo que se dice
–el amor, el sentimiento religioso, el misterio de una relación anímica con un
absoluto– no cabe del todo en las palabras, pero hay aquí un impulso más
antiguo que la resignación a la insuficiencia del lenguaje. Estos poemas
recobran la cuestión mística desde San Juan de la Cruz, le ponen de nuevo
figuras al amor divino y nuevas canciones a la persecución incesante del alma
por una plenitud perdida. Así, como en aquella tradición mística, el erotismo
se torna ambivalente: ¿se ama a Dios o al Hijo, bajo la forma de un cuerpo
deslumbrante en su pasión y su dolor? ¿O bien se ama un cuerpo presente cuyo
transporte y cuyo goce hacen sentir en el espíritu la presencia de un ser eterno?
Corazón Sagrado, Ed. Viajero Insomne, 2014
No obstante, desde un primer momento, el “corazón”
deja entrever una posibilidad de cuerpos presentes. Ese otro, por momentos
distante, simbólico, icónico, se vuelve de golpe, por la apertura misma de las
palabras ambivalentes, un objeto deseado, un factor de goce. De pronto un
cuerpo se extiende sobre otro cuerpo. Parece un sueño, pero es el deseo
realizado. Parece un rezo, pero es una canción de amor terrenal.
Enrique Solinas
Se diría que la antigua mística barroca, que acaso
le diera el máximo de sonoridad y de sentido a este idioma que hablamos, se ha
invertido. En los raptos de santos de Juan y de Teresa, el erotismo venía por
añadidura, era una manera de aludir a la intensidad de una fe y al abandono de
toda referencia y de toda espera de reciprocidad. En la poesía de Solinas, el
goce, la promesa sexual y amorosa, se elevan hasta la forma de una aparición
sagrada. A tal punto que incluso las imágenes cristianas pueden ceder su lugar
a otra clase de epifanías. Surge entonces el antiguo Dionisos, el dios del
entusiasmo, el ritmo y el trance. Pero no podría decirse que ese poema a
Dionisos, momento culminante del libro, sea sin más una suspensión, un
paréntesis antiguo en el continuo cristiano, sino que en verdad aquel dios
borracho y embriagador, proclive al amor del instante, habrá sido ya el último
dios, o sea el crucificado. Entre címbalos y excesos, el dios niño, el que fue
despedazado vuelve a juntarse, con cada fiesta, con cada rapto de amor, con el
simple deseo que se precipita en la forma de otra carne; a cada verso, el dios
vuelve a estar presente.
Una palabra más debería agregarse sobre la música
de estos versos, su sed de imágenes y su aspiración a la altura de lo que
permanece, contra toda esperanza, en la intensidad de la poesía. Una palabra
que no encuentro. Apelo entonces a la metonimia, con una hermosa palabra
antigua que se repite aquí, como sonoridad inspirada, una docena de veces:
címbalo.
Enriqe Solinas
“Lo que nos falta es la fe”, decía Hegel en sus
clases de estética, y con ello anunciaba el fin del arte, el carácter pasado de
su práctica para el mundo actual. Pero la poesía nunca compartió esa opinión e
hizo de su propia inactualidad la fuerza inagotable que la impulsa. Otro
filósofo, el que firmaba “Dionisos o el Crucificado”, pensará que la mejor
manera de salir de la cárcel del presente es y será lo inactual. Solinas canta,
reza, ama y dedica sus poemas al rango de lo que no muere. No sabemos qué pueda
ser eso, una fe tal vez, pero sin ese deseo de fe, ese querer y ese dejarse
llevar, esa afirmación constante del momento privilegiado, no seguiríamos en
esta espera incesante de una redención bajo la forma de libros de poesía. Por eso, creo, es necesario este libro y su
experiencia intensa
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