viernes, 1 de mayo de 2015

Comentario a "Corazón Sagrado" de Enrique Solinas, Suplemento Cultural de El Litoral, Santa Fe - 23/4/2015

Enrique Solinas
Foto: Jaime Panqueva

Suplemento Cultural de El Litoral, Santa Fe - 23/4/2015 

La liturgia de la modernidad

Comentario a Corazón Sagrado, de Enrique Solinas, Viajero Insomne Editora, 60 páginas.

Si algo podría definir la poesía de Solinas es su profundo humanismo expresado con una rigurosidad formal que tiende al despojamiento. De la dramatización de la escena que se despliega en cada poema brota una verdad que se vislumbra o se esconde o es buscada pero no aparece de un modo frontal, sino que se asoma en la entonación, en el gesto de la voz. El nivel ontológico en la poesía de Solinas se encuentra en la articulación estética, lo que se sabe y lo que no, puede rastrearse debajo de lo enunciado como interrogante y como anhelo. En la aparente sencillez hay inflexiones, cruces de registros, leves guiños, un afán de totalidad encubierto en el trazo limpio de las palabras. En ese tono de placidez que marca la escritura de este nuevo libro, en Corazón Sagrado se rastrea, sin embargo, la inquietud, la sed de eso que apenas se nombra. Búsqueda y confesión, susurro, verdad desnuda a veces como revelación inusitada, cántico, celebración, todo en estos poemas que pulsan el trayecto de una búsqueda estética caracterizada por la originalidad, la impecabilidad y la variación de matices y un innegable entronque con la oralidad por su tono de invocación y plegaria. Hay, además, algo de testigo en esta voz poética, testigo del suceso, del acto, de una verdad. En estos poemas se percibe nuevamente la combinación de una mirada inocente y a la vez aguda en un equilibrio delicadísimo, aunque es probable que el giro en la escritura dé cuenta de una decantación mayor en el tratamiento de la palabra que se vuelve translúcida, abarcadora, única. Reducir este conjunto de poemas a una tradición encuadrada en el lirismo místico sería empobrecer la propuesta del autor, si bien aparecen los motivos y los escenarios típicos del Nuevo Testamento de la Biblia el desierto, los cuarenta días y las cuarenta noches, la escena de la crucifixión- es imposible no leer entre líneas para descubrir que el texto al nombrar celebraciones, ceremonias y creencias nos habla del ejercicio de la palabra poética como una liturgia de la modernidad. El poema “Dionisios” opera como un contrabalanceo de la figura crística que atraviesa la mayor parte del libro. El desborde de los sentidos frente a la contención y mesura que se repliega hacia un centro, la expansión hacia el afuera sin tope ante una mirada interior, expresada en la metá- fora del Sagrado Corazón de Jesús, que ha sido considerada por algunas tradiciones del pensamiento del nuevo paradigma como una superación del Cristo crucificado o, quizá, una representación del Cristo más acorde con el nuevo siglo. Cabe señalar que la estructura del libro en su totalidad guarda un equilibrio en la reunión y combinación de poemas marcados por la belleza expresiva y el rigor formal.

Irma Verolin

Comenatrio a "Corazón Sagrado" de Enrique Solinas - Suplemento Cultural de La Voz del Interior, Córdoba - 19/2/2015



Suplemento Cultural de La Voz del Interior, Córdoba - 19/2/2015

Celeste y terrestre 

Corazón Sagrado de Enrique Solinas, Viajero Insomne Editora, 60 páginas

Simple y extraño. Son dos adjetivos que parecen repudiarse mutuamente. Sin embargo resultan perfectos para describir este nuevo libro de Enrique Solinas titulado Corazón sagrado. Una serie de poemas que giran en torno de la imagen del corazón de Jesús y de la crucifixión, y que por momentos parecen una versión menos kitsch de esa estética extraída de las estampitas religiosas y elevadas a la categoría de arte internacional por los fotógrafos franceses Pierre et Gilles. La diferencia, sin embargo, es mayúscula, porque la carne maltratada y fustigada del sacrificio, habitual en la iconografía cristiana, es elevada aquí a un exponente de belleza en el que coinciden la dimensión terrestre de la vida con la dimensión celeste: “Recostado en la hierba del verano/ veo mi futuro en el cielo:/ las estrellas iluminan lo que vendrá/ y siento el aroma de la tierra/ antes de la lluvia”. O todavía más directo y profundo, en el poema “Lugar” dice: “En el fondo del agua/ estoy/ en el cielo”. Esa búsqueda de plenitud –que Silvio Mattoni, en el prólogo, identifica con la poesía mística– no sólo es un paso más allá del silencio, es una música tan poderosa como para reunir los miembros dispersos de un dios (como el repetido címbalo del largo poema “Dionisios”) o para expandir “con la fuerza de su voz/ el resplandor de esa ciudad/ para que nosotros podamos vivir”. A la poesía poco le importan la ideología, la moral o la religión que forman parte de ese mundo puesto entre paréntesis (para conservarlo, eliminarlo o transfigurarlo) en el acto mismo de enunciación del poema. Solinas lo sabe y por eso sus plegarias son tan luminosas como un canto a la alegría siempre renovado. En todo caso, no es el dogma sino el amor el que guía sus palabras, como dice en esta oración a Jesús: “Yo no sé/ cómo se hace/ para no recordar/ y sentir// aquí en el pecho/ todo el vacío// que el amor nos deja// cuando se va”. Si bien el movimiento de todo misticismo es ascensional –el impulso de una llama, diría Gastón Bachelard–, en Corazón sagrado no se privilegia lo superior sobre lo inferior, sino que toda la vertical del sentido (desde abajo hacia arriba o desde lo humano a lo divino y viceversa) es recorrida en las dos direcciones. En ese contexto, un poema sentimental, como “Distancia”, adquiere el valor de una cosmología. Vale la pena citarlo completo: “Cae una hoja desde la copa/ de un árbol altísimo./ Mis ojos atrapan la imagen/ en ese instante lento/ y siguen su recorrido// Esa es la distancia absoluta/ que existe/ entre vos y yo.// Esa es la distancia/ cuando mi corazón/ cae de tus manos// y contra la noche// se estrella”.

Carlos Schilling

Comentario a "Corazón Sagrado" de Enrique Solinas - ADN CULTURA | Diario La Nación - Viernes 9 de enero de 2015





ADN CULTURA | Diario La Nación - Viernes 9 de enero de 2015 

Original misticismo 

Corazón sagrado de Enrique Solinas, Viajero Insomne Editora, 60 páginas

Voz por completo atípica pero no disonante en el panorama de la poesía local, Enrique Solinas (Buenos Aires, 1969) ha publicado ampliamente y su obra recibió varios premios. En algunos trabajos, como Libro de las horas, visitaba la temática religiosa y mitológica. En Corazón sagrado, esas dos vertientes confluyen y crean reflexiones sobre el amor a Dios, la belleza del dolor y el sacrificio. Como en otros autores de poesía mística, el erotismo latente se expresa de modo ambiguo con analogías bien terrenales: “Y yo te amaré/ como el amante/ que en la noche/ regresa/ y cierra las puertas del mundo/ para irse jamás”. La poesía de Solinas manifiesta con cautela una especie de misticismo queer, en el que resuenan los ruegos de Cristo a su Padre durante la crucifixión, la tradición literaria de san Juan de la Cruz y el legado filosófico de Ulrich von Balthasar. Sin efectismos y con unas pocas anécdotas personales en las que la voz poética aspira a la universalidad –pero donde también increpa al mundo, a la historia humana escrita con “palabras para morir”–, Solinas entrega canciones resplandecientes. A partir del símbolo del Sagrado Corazón de Jesús, síntesis de la alquimia cristiana que fusiona pasión y entrega, sufrimiento y altruismo, los poemas apelan a “las voces antiguas,/ las voces nuevas,/ las voces viejas/ de la locura/ preparadas para el amor” con el fin de figurar una búsqueda ancestral. El vínculo de la escritura con la divinidad adquiere en estos textos formas diversas: tanto el efecto de una lluvia fresca sobre el corazón cansado como la luz de la gloria opacada por las sombras del Gólgota. 

Daniel Gigena

sábado, 3 de enero de 2015

Silvio Mattoni, sobre “Corazón Sagrado” de Enrique Solinas

Enrique Solinas
© Shanghai Daily 2014

"Corazón Sagrado" de Enrique Solinas: Una aparición Sagrada

Cuando en la actualidad se habla de “poesía mística” se suele pensar en un juego paradójico con las palabras, se suele hacer referencia al problema místico del lenguaje, que consiste en lo siguiente: las palabras no pueden decir las cosas, el ánimo ni la materia del mundo, son más bien su ausencia. Entonces lo místico sería aludir, por defecto del lenguaje, al exceso de las palabras, a aquello que las excede, por la doble vía del silencio y de la metáfora. Sin embargo, en los poemas de Enrique Solinas los versos son místicos en un sentido más propio. Por supuesto, lo que se dice –el amor, el sentimiento religioso, el misterio de una relación anímica con un absoluto– no cabe del todo en las palabras, pero hay aquí un impulso más antiguo que la resignación a la insuficiencia del lenguaje. Estos poemas recobran la cuestión mística desde San Juan de la Cruz, le ponen de nuevo figuras al amor divino y nuevas canciones a la persecución incesante del alma por una plenitud perdida. Así, como en aquella tradición mística, el erotismo se torna ambivalente: ¿se ama a Dios o al Hijo, bajo la forma de un cuerpo deslumbrante en su pasión y su dolor? ¿O bien se ama un cuerpo presente cuyo transporte y cuyo goce hacen sentir en el espíritu la presencia de un ser eterno?

Corazón Sagrado, Ed. Viajero Insomne, 2014

No obstante, desde un primer momento, el “corazón” deja entrever una posibilidad de cuerpos presentes. Ese otro, por momentos distante, simbólico, icónico, se vuelve de golpe, por la apertura misma de las palabras ambivalentes, un objeto deseado, un factor de goce. De pronto un cuerpo se extiende sobre otro cuerpo. Parece un sueño, pero es el deseo realizado. Parece un rezo, pero es una canción de amor terrenal.

Enrique Solinas
© Shanghai Daily 2014

Se diría que la antigua mística barroca, que acaso le diera el máximo de sonoridad y de sentido a este idioma que hablamos, se ha invertido. En los raptos de santos de Juan y de Teresa, el erotismo venía por añadidura, era una manera de aludir a la intensidad de una fe y al abandono de toda referencia y de toda espera de reciprocidad. En la poesía de Solinas, el goce, la promesa sexual y amorosa, se elevan hasta la forma de una aparición sagrada. A tal punto que incluso las imágenes cristianas pueden ceder su lugar a otra clase de epifanías. Surge entonces el antiguo Dionisos, el dios del entusiasmo, el ritmo y el trance. Pero no podría decirse que ese poema a Dionisos, momento culminante del libro, sea sin más una suspensión, un paréntesis antiguo en el continuo cristiano, sino que en verdad aquel dios borracho y embriagador, proclive al amor del instante, habrá sido ya el último dios, o sea el crucificado. Entre címbalos y excesos, el dios niño, el que fue despedazado vuelve a juntarse, con cada fiesta, con cada rapto de amor, con el simple deseo que se precipita en la forma de otra carne; a cada verso, el dios vuelve a estar presente.

Una palabra más debería agregarse sobre la música de estos versos, su sed de imágenes y su aspiración a la altura de lo que permanece, contra toda esperanza, en la intensidad de la poesía. Una palabra que no encuentro. Apelo entonces a la metonimia, con una hermosa palabra antigua que se repite aquí, como sonoridad inspirada, una docena de veces: címbalo.

Enriqe Solinas
© Shanghai Daily 2014

“Lo que nos falta es la fe”, decía Hegel en sus clases de estética, y con ello anunciaba el fin del arte, el carácter pasado de su práctica para el mundo actual. Pero la poesía nunca compartió esa opinión e hizo de su propia inactualidad la fuerza inagotable que la impulsa. Otro filósofo, el que firmaba “Dionisos o el Crucificado”, pensará que la mejor manera de salir de la cárcel del presente es y será lo inactual. Solinas canta, reza, ama y dedica sus poemas al rango de lo que no muere. No sabemos qué pueda ser eso, una fe tal vez, pero sin ese deseo de fe, ese querer y ese dejarse llevar, esa afirmación constante del momento privilegiado, no seguiríamos en esta espera incesante de una redención bajo la forma de libros de poesía.  Por eso, creo, es necesario este libro y su experiencia intensa